Juicios, Fundación de Envigado
ENVIGADO CIUDAD CON MÁS DE TRES SIGLOS
Alfredo Vanegas Montoya, Presidente del Centro de Historia de Envigado
Estudio presentado el 13 de Julio de 1975 en la sesión solemne de conmemoración de los doscientos un años de la erección de la Parroquia de Envigado. El acto se realizó en el salón del Concejo Municipal, del que ha sido Presidente el autor de esta investigación. Texto originalmente publicado en las páginas 57 a 78 del libro «Juicios» de Alfredo Vanegas Montoya, edición de Diciembre de 1976. Licencia y Registro número 90 de 1976 del Ministerio de Gobierno. «Juicios» está en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, Washington.
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Juicios – Biblioteca del Congreso USA
«La historia es el testigo de las edades, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y heraldo de la Antigüedad». Cicerón, De Oratore, ll, 9
El debate que ahora de nuevo se plantea, en torno a la fecha de fundación de Envigado, ha ocupado durante varios lustros a otras tantas generaciones y ha motivado, además, la participación de beneméritos hijos de la República.
La inquietud que se presenta es: ¿Se fundó Envigado en 1775? Esta pregunta tiene una respuesta que con mínimos argumentos puede darse, pero en razón de la importancia que la misma conlleva no podemos sintetizarla demasiado. Para hacer la exégesis de este tema debemos partir de varias premisas que señalan en nuestro medio el punto de partida de la fundación de la mayoría de las poblaciones.
Con muy pocas excepciones existen en Colombia actualmente Ciudades o poblaciones que tengan su arraigo y vigencia con anterioridad a la llegada de los Españoles a América. En el caso concreto de Envigado, que también fue asiento de tribus indígenas, no es ese ancestro tribal el que dé la pauta para nuestro estudio, por dos motivos. El uno porque su importancia jamás trascendió en la cultura de los naturales de entonces y el otro porque no mantenemos ese apego y veneración que pueblos como el de México y el Perú profesan a sus antepasados nativos. Y hay una razón para ello: pretendemos ser más Españoles que Indoamericanos. Por nuestras venas, creemos que corre más sangre vasca, extremeña, manchega o catalana que catía, nutabe, caribe, chibcha o africana.
En ese orden de ideas debemos vincular la génesis histórica de Envigado a la tarea colonizadora Hispánica. La llegada al valle enclavado en la cordillera central, que ahora ocupa el área metropolitana de Medellín, se verificó en 1541 por la zona sur, y es lógico que ello fuera así porque el grupo al mando de Jerónimo Luis Tejelo, que se apuntó el descubrimiento del sector, era integrante del comandado por el Alférez General del Ejército, Alvaro Mendoza, quien, con Juan de Frades, hacía parte del estado mayor de la expedición que el Mariscal Jorge Robledo traía desde los territorios que ahora conocemos como Cartago, Anserma y Arma. De esa primera incursión Española se han derivado varias versiones sobre la fiereza o pasividad de los habitantes del lugar. Algunos historiadores afirman que «los indios tenían ollas, cordeles y pedernales, destinados para atar, despedazar cocinar y comer españoles». Otros en cambio, los tildan de mansos y timoratos. Fernández de Oviedo sintetiza esas ideas aseverando que «En algunas partes son belicosos, en otras… no tanto». Esta última sentencia la encontramos en el Archivo de indias de Sevilla en el Sumario de la Natural Historia de las Indias impreso en el siglo XVI. De ahí se colige que los nativos nuestros quizá fuesen «no tanto belicosos». Se destruye entonces la también célebre tradición de una cierta mansedumbre basada en la posible creencia de la sobrenaturalidad de los Españoles. Pero, mansos o agresivos, lo cierto es que su modus vivendi fue interferido y alterado a partir de la fecha en que los «descubrieron”. La entrada de los Españoles por el sur, que es un hecho históricamente probado, nos indica que Envigado fue pisado primero por los Españoles que el sector donde se erigiera posteriormente San Lorenzo de Aburrá. Y ello queda demostrado por cuanto la fundación fue en el sitio que todos conocemos como “El Poblado”. Si procedemos con lógica, sin usar caprichosas suposiciones, fácilmente concluiríamos que para llegar a “EL Poblado” desde el sur, se requiere pasar por Envigado.
Pero ésta es solo una disquisición para adentrarnos en el fondo de la materia.
A los descubrimientos seguían las colonizaciones y a éstas la fundación de poblaciones. Y este Valle debió serlo muy pronto ya que se trataba, como lo afirma nuestro coterráneo el Dr. Manuel Uribe Angel, de “una deliciosa llanura que se extendía como por cuatro miriámetros de longitud y como por cinco kilómetros de anchura; cubierta por fértil bosque secular, fecundada por manso y cristalino río; provista a trecho por verdes sementeras; cruzada por torrentes; regada por arroyos; hermoseada por colinas salientes, por abras amenas y espaciosas y por un aspecto general tan delicado y rico a un mismo tiempo que debió ofrecérseles desde entonces como jardín natural lleno de magnificencia”.
La desigual lucha fue precedida por el sometimiento de estos mineros y agrícolas indígenas. La condición de mineros, si bien no era ésta una zona con mucha abundancia del aurífero elemento, era evidente y la verificación la encontramos en las vertientes de las quebradas La Ayurá, La Doctora, Doña María, La Mina y el Río Medellín. Al autor de este estudio correspondió en época reciente, efectuar una inspección con Ingenieros y Geólogos y el informe determinó, con pruebas de laboratorio, la existencia de explotaciones con una antigüedad superior a los cuatrocientos años. El nombre solo de la quebrada La Mina es un indicativo de la existencia en la región de depósitos, yacimientos o formaciones de materiales sólidos aprovechables industrialmente. Ese nombre es inmemorial y la tradición nos indica que la mayoría de materiales que de minas extraían los Españoles en estos lares, eran el oro, la sal y el carbón.
El aspecto agropecuario no requiere probanzas. Ha sido siempre la base de esta economía que ahora se torna en industrial y de servicios. Pero en él radica la esencia de nuestra autenticidad. Los puentes que para cruzar las quebradas La Mina y La Ayurá construyeron, de madera, los Españoles, encierran algo más que el »ENVIGADO» toponímico. Allí se encuentran, sin duda, tantos secretos como los guardados por las catedrales al decir de Fulcanelli. He aquí un testigo de las edades y un verdadero heraldo de la antigüedad, repitiendo a ¡Cicerón!
A falta de documentos que prueben a plenitud los hechos pasados, están los vestigios que nuestros ascendientes han dejado como un legado que requiere más profundo análisis. La tradición ha sido también base del verdadero conocimiento de las pretéritas realidades. El creador del Cristianismo nunca escribió. De El nada se conserva en arameo que fue su lengua. Pero a falta de algo escrito tenemos, además de la tradición, infinidad de huellas plasmadas en obras que son el resultado de ignota laboriosidad.
Desde la Isla de Pascua hasta Roma, desde Los Griegos hasta San Agustín y desde Tréveris hasta Envigado encontramos el presente de nuestro pasado.
¿Cuándo se requirió aquí un gran puente? ¿Por qué se necesitó sobre La Ayurá y La Mina?
Al formular estos interrogantes damos por descontado lo que la tradición nos enseña: que fue en esos riachuelos, y no en otros, donde existió el «ENVIGADO” que dio nombre a nuestra Ciudad.
Aquí, para responder, debemos también presumir que el asentamiento poblacional iba en aumento y las comunicacíones intrazonales requerían de este medio ya conocido por los nativos para salvar el caudal. Ahondando en nuestras presunciones, creemos que el elevado paso no solo suplía el vado sino que unía varios asentamientos definidos.
Volvamos a la historia:
En 1615, por disposición del Visitador y Gobernante Francisco Herrera Campuzano se ordenó la erección del poblado de San Lorenzo de Aburrá lo que se efectuó en 1616, en el sitio hoy conocido como El Poblado. Ese era un resguardo de indígenas muy vecino a una importante población agrícola y minera ya ocupada por Españoles: ¡Envigado!
Del desarrollo de esta región se encuentran innúmeros informes que se daban a la Capital de la Provincia, que lo era Santa Fe de Antioquia. Allí se remitían los tributos por ser la capital civil. Los asuntos eclesiásticos se definían en Popayán, sede Pastoral. Como la región crecía incesantemente y la distancia de Santa Fe de Antioquia entorpecía su desarrollo, el Gobernador don Francisco de Montoya, sin atender a la oposición de los Antioqueños, solicitó y obtuvo permiso para fundar una Villa en el sitio de Aná en el Valle de Aburrá. Esto fue en 1670. La determinación fue apelada ante el Consejo de Indias y mediante Real Cédula de 1674, la Reina Gobernadora Doña María Ana de Austria, desatendiendo a los apelantes, dispuso que se permitía la erección de la Villa y se encomendaba realizarla al Gobernador don Miguel de Aguinaga. La misión fue cumplida por el funcionario el 2 de noviembre de 1675. Esa efemérides es, precisamente, la que ahora celebra Medellín.
Pero, qué prerrogativas traía la erección de Villa. A esto nos responde la misma Real Cédula que daba instrucciones al Gobernador para que organizase en todas partes el ORDEN DE REPUBLICA que le facultaba para nombrar Alcaldes Ordinarios, Corregidores, Alcaldes de la Santa Hermandad, y Procurador General. Estos reunidos constituían el Cabildo o Ayuntamiento. «El señor de Aguinaga nombró provisionalmente Alcaldes Ordinarios, Regidores, Procurador y demás empleados para formar Cabildo y PARA QUE LOS NOMBRADOS HICIERAN ELECCION SEMEJANTE EN ENERO DEL AÑO SIGUIENTE».
Al erigirse la Villa de Aná, «había en el Valle de Aburrá 7 cortijos, 51 casas y 31 familias nobles, hacia el norte. En la zona sur se encontraban los poblados de Guayabal, Belén, Poblado, Santa Gertrudis e ltagüí» según versión del propio Dr. Uribe Angel.
Y muy bien ejerció el Gobernador de Aguinaga su mandato. Más de un Envigadeño laboró al servicio del Estado, en ese ORDEN DE REPUBLICA. Al revisar la lista de los ciudadanos que en el siglo XVIII fueron Alcaldes de la Villa de la Candelaria encontramos, entre otros, a dos distinguidos pobladores de Envigado, Don Juan Vélez de Rivero y Don Carlos Alvarez del Pino. Este último en tres ocasiones.
No es esta la oportunidad para analizar las funciones que correspondían a cada uno de los empleados reales. Los tratados de derecho Indiano los asimilan a los que se ejercían en la península. ¿A qué entonces el que la nueva Villa de Aná contase con varios Alcaldes Ordinarios, Corregidores, Alcaldes de la Santa Hermandad, Alféreces, Capitanes, Alguaciles y Jueces? La respuesta es bien sencilla: era la burocracia que para el mantenimiento de la potestad real se requería en esos poblados. Esa burocracia, al inicio de su gestión, adelantó un censo en el cual se definieron más de doce poblados densamente habitados en la región. Es lo que se ha denominado el primer censo del Valle de Aburrá.
¿Cómo aislar entonces el proceso poblacional de Envigado del resto del sector? Nos parece imposible, por decir lo menos. Todo esto nos orienta a conclusiones que ya se vislumbran. La primera nos indica que Envigado fue descubierto en 1541. La segunda nos dice que la fundación corrió paralela a la de “El Poblado” que lo fue en 1616. Una tercera que señala otro hito en este proceso histórico, es la atinente a la erección de la Villa de Aná en 1675, cuando, como quedó demostrado, ya existía el poblado de Envigado,
¿De dónde entonces ha salido la fecha de 1775 como correspondiente a la fundación de Envigado?
Al estilo del sacerdote jesuita Gaspar de Astete respondemos: De una falsa interpretación histórica que quiere confundir o asimilar la fecha de la erección de una parroquia con la fundación de un poblado.
Es absolutamente inexacto afirmar que la población se hacía en torno a la parroquia. Todos los asentamientos poblacionales han obedecido, primordialmente, a un interés económico, y detrás de éste han llegado los servicios de todo orden entre los cuales merece destacarse el de la asistencia espiritual. No podemos ignorar la influencia que en el descubrimiento y colonia tuvieron los sacerdotes católicos. Pero en lo que dice relación a cada una de las jerarquías bien celosas eran de sus fueros y por ello el deslinde siempre fue notorio. Van más pruebas.
Cuando se verificó la erección de la Villa de Medellín el poder civil tenía como sede a Santa Fé de Antioquia, en tanto que el Poder eclesiástico residía en Popayán. Es célebre la historia del primer enfrentamiento entre los dos poderes en el Valle de Aburrá dada la carencia que de lugar para sesionar tenía el Cabildo de la Villa. Dice el cronista: «. . .las sesiones se celebraban en un toldo hecho en la plaza por lo que el Secretario Angel del Prado informó al Cabildo que con la lluvia se estaban mojando los papeles de la Secretaría y que por lo tanto era de urgente necesidad contar con una casa abrigada para conservar el archivo y verificar las reuniones de la Corporación. Por este motivo los ediles se reunieron para resolver al respecto y decidieron marchar en conjunto con el Estandarte Real hacia la casa del Presbítero Dr. Lorenzo de Castrillón en cuya puerta de habitación colocaron el Estandarte conforme a la señal de expropiación usada en aquellos tiempos. Impuesto el Sr. Cura Castrillón del objeto que se proponían, salió al balcón de su casa y dijo a los señores del Cabildo cómo no estaba dispuesto al abandono de ella. Estos le manifestaron que tenían necesidad urgentísima por los motivos anotados y que su propiedad le sería pagada inmediatamente. El sacerdote replicó que esa propiedad estaba vinculada a una capellanía de Nuestra Señora de los Dolores. Los del Cabildo sin embargo insistieron, pero el señor Vicario, don Carlos de Malina, que tenía fama de docto y respetable, se llegó hasta los señores capitulares y les hizo presente cómo no era nada conveniente que la nueva Villa empezara con disputas ante la Autoridad Eclesiástica y que sería molesto un largo pleito con la capellanía a ella vinculada ya que los asuntos eclesiásticos eran resueltos en Popayán que era la Sede Pastoral.
No obstante lo anterior, los señores del Cabildo resolvieron dirigirse al superior del sacerdote, que lo era el señor Obispo de Popayán, en demanda de sus aspiraciones y para el efecto se despachó una posta el 27 de diciembre, al que se le pagaron por el viaje de ida y regreso setenta patacones.
La contestación del señor Obispo no se hizo esperar y fue favorable al sacerdote, ya que decía a los ediles que «no halló razón pura, ni derecho para proceder” y encarecía la paz como «única base para el progreso de la República». Estos ejemplos que subsisten, no eran escasos en la época. A ello hay que añadir que la potestad suprema estaba en cabeza del reino que había recibido, por bula papal, esa parte del mundo donde ejercía el sagrado derecho de conquista.
Que Envigado desde la llegada de sus primeros pobladores tuvo asistencia religiosa, es un hecho. De ello se ocupa la historia eclesiástica que en buena parte se conserva en los archivos de Popayán ya que fue a esa Sede episcopal a quien correspondió designar los levitas para que apacentaran este rebaño espiritual. Y fue precisamente el Obispo Jerónimo de Obregón y Mena quien determinó la erección de la parroquia de Envigado y designó a su primer cura, el envigadeño Dr. Cristóbal de Restrepo y Vélez.
Como en esta circunstancia se encuentra la esencia de la mala interpretación histórica, analizaremos ese proceso.
En 1761, como consta en los archivos eclesiásticos citados por los historiadores Manuel Uribe Angel y Francisco Duque Betancur, entre otros, visitó Antioquia el Obispo de Popayán Monseñor Jerónimo de Obregón y Mena. De dicha visita se vio la necesidad que había en Envigado de eregir una parroquia. Esa, como toda erección, requería la aquiescencia del Gobernador que en función de su autoridad civil ejercía el Vice-patronato por mandato y en representación del reino.
En 1773, y contando con la voluntad del Goberndor, se dispuso por parte del ya citado Obispo de Popayán, la erección de la Parroquia de Envigado. Pasó más de un año desde esta fecha y el cargo no fue provisto por cuanto el único aspirante, Cristóbal de Restrepo y Vélez, que a la postre fue el primer cura, había sido rechazado por no haberse ordenado aún, carecer de la edad y de la dote requeridas para el desempeño de tan importante misión. El clérigo insistió y logró su cometido el 11 de diciembre de 1775 cuando fue consagrado por el Obispo Jerónimo de Obregón y Mena en Popayán. Antes había recibido el beneplácito del Gobernador de Antioquia que lo hacía, como se ha dicho, ejerciendo el derecho de Vice-patronato en representación del reino. Esto ocurrió el 14 de julio de 1775. Todo este proceso nos indica que no se trataba en forma alguna de la fundación de un nuevo poblado, por cuanto éste ya era de importancia.
Con toda claridad está ventilado este asunto de la erección de parroquia y nombramiento de cura titular de la misma y nada, absolutamente nada, tenía que ver con la fundación de un poblado que, como anotamos, ya estaba plenamente constituído o, para emplear un giro más gráfico: ya era mayor de edad.
Esa fecha de 1775 ha sido tomada, por tanto, arbitrariamente y no obedece a ninguna razón histórica cierta. ¿Quién creó la leyenda de que el año de 1775 fuera el de la fundación de Envigado?
Sin ánimo recriminatorio de ningún orden y ejerciendo el derecho que de la verdad se desprende, podemos afirmar sin temor, que esa arbitraria fecha, fue tomada de la «Monografía de Envigado» cuyo autor fue el dístinguido varón siderense (nativo de La Estrella) Don Sacramento Garcés Escobar quien durante la mayor parte de su vida laboró como Mayordomo de Fábrica y jefe del archivo de la parroquia de Santa Gertrudis, oficios éstos que desempeñó al unísono con otros importantes cargos de representación que por sus virtudes le dieron sus conciudadanos. El destacado letrado en la edición de su obra del 25 de Mayo de 1964, página 49, afirma: “De acuerdo con la Ley del Patronato al erigirse una parroquia empezaba la población a figurar en lo civil. Entonces si la Parroquia fue erigida por el Sr. Obispo de Popayán (Envigado pertenecía en lo eclesiástico a ese obispado) el 13 de Julio de 1774 y el 14 de Julio de 1775 el Sr. Gobernador de Antioquia Dn. Juan Jerónimo de Enciso ratificó dicha erección y aprobó el nombramiento del primer Cura, Dr. Cristóbal de Restrepo, parece lo más acorde, teniendo en cuenta las leyes y costumbres de esos tiempos, que la fundación de Envigado ocurrió en esta última fecha, es decir, el 14 de Julio de 1775”.
Con fundamento en el texto citado se determinó fijar esa fecha como la de la Fundación de Envigado.
En la edición de la Monografía de 1964, que es una copia ampliada de la de 1930, encontramos el registro del nacimiento de varios «hijos ilustres de Envigado», en su mayoría sacerdotes, y con fecha anterior a 1775. Veamos:
Página 16, El Dr. Cristóbal de Restrepo y Vélez (primer cura), nació en Envigado el 1o. de julio de 1750». Página 131, Dr. José Félix de Restrepo «el envigadeño más ilustre» según el criterio del autor de la Monografía, «Nació en Envigado el 28 de agosto de 1760». (Sobre la fecha exacta del nacimiento del Dr José Félix también tenemos alguna observación que hacer y que será motivo de posterior estudio)
Página 139, Presbítero Dr. José Miguel de la Calle. «nació en Envigado el 31 de agosto de 1755”.
Página 155, Dr. Jerónimo de la Calle. “nació en Envigado a mediados del siglo XVIII”.
Dr. Alberto María de la Calle, hermano del anterior; “nació en 1750”.
Página 159, Pbro. Dr. Juan Francisco Vélez Posada, «nació en el año de 1750».
Si acogiéramos como fecha fundacional la de 1775, perdería Envigado el derecho a ser la cuna de tan notables figuras de la Nacionalidad.
Y dijimos al empezar esta glosa que beneméritos hijos de la Patria se ocuparon en otras horas de este tema. Cuando esto afirmamos nos referimos, entre otros, a Don Mariano Ospina Rodríguez quien también terció en el debate cuando se discutía la génesis de José Félix de Restrepo. En extensa biografía concluye Don Mariano Ospina «Cuando el Dr. José Félix se refería a Envigado lo llamaba «mi pueblo…” Y es que era su pueblo, que a la sazón ya descollaba dentro del panorama del Valle de Aburrá. Tenía «46 casas bajas, 2 de balcón, 1 Iglesia», y esa importancia, que ahora destacamos, la sintetizó el Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, Visitador de Antioquia, cuando en el informe del viaje iniciado en 1784 dice: «41. La Villa de Medellín está situada a las orillas del río Nechí, (sic) como en declive; la baña también una quebrada llamada Aná, de donde había tomado su nombre el sitio antes de ser erigida en Villa en el siglo pasado por los años 1675, siendo gobernador Don Miguel de Aguinaga, que hizo su demarcación. Se denominó Medellín, en obsequio al Conde de este título, Presidente del Consejo de Indias, cuando se le dispensó esta gracia. Y tiene sus mismas armas. El temperamento es templado, el clima sano y el terreno fértil y abundante para toda especie de frutos, semillas, verduras y raíces, pero no ha correspondido la curiosidad a lo ameno del terreno. 42.-El cabildo se compone de dos Alcaldes ordinarios, ocho regidores y un procurador general, conforme su erección; pero pocas veces se halla completo el número y en la actualidad totalmente exhausto, como en estos días se representó a este Superior Gobierno hay un considerable número de sacerdotes, y el cura de esta Villa que Io es el Dr. Don Juan Salvador Villa, el vicario superintendente eclesiástico de toda la provincia. A su actividad, celo, y en parte a sus expensas, se debe la construcción de una iglesia parroquial magnífica, toda su mampostería sólidamente construida que es el único edificio público devoto o profano que merezca nombrarse, pues no hay casa de cabildo, ni cárcel decente(…..)
43.-La jurisdicción de esta Villa se extiende por un lado y otro desde el río que la baña hasta sus cumbres, y confina con la de Antioquia por una montaña que llaman Amagá; con la de Rionegro por el mineral que llaman Piedrasblancas, y con los Remedios, en el paso nombrado Porce. Tiene en su distrito un pueblo de indios llamado Nuestra Señora de La Estrella, de que se ha hecho mención en su respectivo expediente. Comprende asimismo cuatro sítios que son otros tantos curatos con su cura propio.»
44.-Santa Gertrudis del Envigado, que se halla como a trece leguas de su cabecera es una población numerosa; y aunque dispersa como las demás, se hallan bastantes familias colocadas en el mismo sitio; su sítuación es llana, temperamento templado, clima sano y su terreno fértil y abundante para todo género de frutos y así se ve más cultivado que niguna otra parte de la provincia, sobrando gente y faltando tierras para trabajar, por lo que se han retirado al sitio de Amagá más de cuarenta familias para hacer allí una nueva población, lo que se les ha permitido por considerarlo muy importante al servicio de ambas majestades y alivio de aquellos infelices vasallos.
Tiene en inmediación este sitio otro nombrado Itagüí, dependiente del mismo curato; con bastante población, y de iguales propiedades, y en cada uno de los dos, se elige todos los años por el Cabildo de Medellín, un Alcalde Partldario a más del que reside en las inmediaciones de la Villa y corresponde al Partido nombrado Guayabal, pero no hay más que un cura».
Cartagena de Indias, 1788.
Del texto de Mon y Velarde, y de los anteriores planteamientos, se deduce que:
1.- La población de Envigado, aún en 1788, fecha en que rindió su informe el Visitador Mon y Velarde, estaba dentro de la jurisdicción de la Villa de Medellín.
2.- El Cabildo de Medellín conservaba su composición en forma idéntica a la que se le dio en la fecha de la erección de la Villa en l675.
3.- La población de Envigado contaba con Alcalde que era elegido por el Cabildo de Medellín. Dicha elección se hacía desde el año de 1615 cuando se erigió la Villa que al decir de Mon y Velarde mantenía el mismo número de funcionarios «conforme a su erección».
CONCLUSION
El estudio aquí contenido es producto de una mera inquietud intelectual alentada durante años.
La investigación obedece a la más estricta dísciplina científica y las fuentes, que anotaré en la bibliografía, puedo facilitarlas a otros acuciosos alumnos de Heródoto que quieran embarcarse en estas lides.
Espero que este análisis corrija un error mantenido por décadas.
Envigado, Abril 23 de 1975, Segundo Centenario de la Primera Parroquia, Santa Gertrudis La Magna.
NOTA BENE 1.- En 2020, cuarenta y cinco años después de presentado este documento ha sido colocado un afiche muy destacado en la Nave Central del Templo Parroquial de Santa Gertrudis La Magna de Envigado, donde las autoridades eclesiásticas confirman lo relacionado con la parroquia y que hemos tratado en profundidad en esta investigación.

BIBLIOGRAFIA
1.- De Ayala, Manuel José. Notas a la Recopilación de Indias. Ediciones Cultura Hispánica, Madrid 1946.
2.- Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia General y Natural de Indias. Sevilla, España.
3.- Duque Betancur, Francisco. Historia de Antioquia. Imprenta Departamental, La Edición,1967
4.- Garcés Escobar, Sacramento. Monografía de Envigado. Ediciones de 1930 y 1964.
5.- Latorre Mendoza, Luis. Historia e Historias de Medellín. Ediciones Tomás Carrasquilla. Imprenta Departamental de Antioquia, 1972.
6.- Manzano Manzano, Juan. Historia de las recopila ciones de Indias. Ediciones Cultu ra Hispánica. Madrid, Tomo l, 1950. Tomo II, 1956.
7.- Marsal Marcé, José María. Síntesis Histórica del Derecho Español y del Indiano.
8.- Masía, Doña Angeles. Antología sobre Historiadores de Indias. Editorial Bruguera, Barcelona, 1a. Edición, 1972.
9.- De Restrepo, José Félix. Obras completas. Ediciones Académicas. Editorial Bedout, Medellín, 1961.
10.- Restrepo, José Manuel. Ensayo sobre la Geografía. Producciones, Industria y Población de Antioquia del Nuevo Reino de Granada. Edición 1809.
11.- Robledo, Emilio. Sucinta Relación de lo ejecutado en la visita a Antioquia por el Oidor Juan Antonio Mon y Velarde -Separata del Tomo 12 del Archivo de la Economía Nacional. Publicaciones del Banco de la República. Bogotá, 1954.
12.- Schumacher, Hermann A. Biografía Cultural del Sabio Caldas. Traducción del alemán por Gerardo Paz Otero. Departamento de Talleres Gráficos Banco de la República. Bogotá. 1969.

Alfredo Vanegas Montoya en el Archivo General de Indias, Sevilla, España
NOTA BENE 2.- El autor de la Monografía de Envigado, Académico y Catedrático Sacramento Garces Escobar, nos honró con su amistad y ahora honramos su memoria.


