Burocracia, Milán Kundera, El Telón
“¿Oue es un funcionario? Risach se lo explica a Heinrich, y, que yo sepa, es la primera (y magistral) descripción «fenomenológica)) de la burocracia: A medida que se ampliaba y aumentaba la administración, ésta tenía que contratar a un número cada vez mayor de empleados y, entre ellos, inevitablemente, a algunos incompetentes o muy incompetentes. Pasó, pues, a ser urgente la creación de un sistema que permitiera que las operaciones necesarias pudieran realizarse sin que la desigual competencia de los funcionarios las pervirtieran o las debilitaran. «Para aclararle mi pensamiento)), sigue Risach, «diría que el reloj ideal debería construirse de tal manera que siguiera funcionando incluso si le cambiáramos las piezas, reemplazando las malas por buenas y las buenas por malas. Semejante reloj es, por supuesto, inconcebible. Pero la administración sólo puede existir precisamente de esta forma, y si no, en vista de la evolución que ha seguido, tiene que desaparecer.)) No se le exige, pues, a un funcionario que comprenda la problemática de la que se ocupa su administración, sino que ejerza con el mayor celo distintas operaciones sin entenderlas, e incluso sin tratar de entender lo que ocurre en los despachos de al lado. Risach no critica la burocracia, sólo explica por qué, tal como es él, no pudo dedicarle su vida. Le impidió ser funcionario su incapacidad de obedecer y trabajar por objetivos que se encontraban más allá de su horizonte. Y también «su respeto por las cosas tal como son en sí mismas)) (die Ehifurcht vor den Dingen wie sie an sich sind), un respeto tan profundo que, durante unas negocIacIones, ya no defendía lo que exigían sus superiores, sino lo que «las cosas exigían por sí mismas». y es que Risach es el hombre de lo concreto; ansía una vida en la que sólo hiciera trabajos cuya utilidad él pudiera comprender; en la que sólo frecuentaría a las personas de quienes conociera el nombre, la profesión, la casa, los hijos; en la que incluso percibiera y saboreara el tiempo bajo su aspecto más concreto: la mañana, el mediodía, el sol, la lluvia, la tormenta, la noche. Su ruptura con la burocracia es una de las grandes rupturas del hombre con el mundo moderno. Una ruptura a la vez radical y apacible, como corresponde a la atmósfera idílica de esa extraña obra novelesca del Biedermeier.
“ Lo cual me remite al negociante Block de El proceso, de Kafka: la instrucción de su caso languidece desde hace cinco años y medio sin ningún juicio; entretanto, ha tenido que abandonar sus negocios porque «en cuanto quieres hacer algo por tu proceso, ya no puedes ocuparte de nada más». No es la crueldad lo que aplasta al agrimensor K., sino el tiempo no humano del castillo; el hombre pide audiencias, el castillo las aplaza; el litigio se prolonga, la vida se acaba. y está la aventura: antaño, esta palabra expresaba la exaltación de la vida concebida como libertad; una valiente decisión individual desataba una sorprendente cadena de acciones, todas libres y deliberadas. Pero ese concepto de aventura no corresponde al que vive K. Éste llega a la aldea porque, por una serie de malentendidos entre dos oficinas del castillo, se le envió por error una citación. Es un error administrativo, y no su voluntad, la que desató su aventura, que no tiene nada que ver, ontológicamente, con la de un Don Q!Iijote o un Rastignac. Por culpa de la inmensidad del aparato administrativo, los errores se hacen estadísticamente inevitables; la utilización de ordenadores los hace aún más indetectables y aún más irreparables. En nuestras vidas, donde todo está planificado, determinado, el único imprevisto posible es un error de la máquina administrativa, con sus consecuencias inesperadas. El error burocrático pasa a ser la única poesía (poesía negra) de nuestra época. El concepto de aventura está emparentado con el de lucha: K emplea con frecuencia esta palabra cuando habla de su pelea con el castillo. Pero ¿en qué consiste su lucha? En algunos encuentros vanos con burócratas y en una larga espera. Ninguna lucha cuerpo a cuerpo; nuestros adversarios no tienen cuerpo: seguros, seguridad social, cámara de comercio, justicia, fisco, policía, gobierno civil, ayuntamiento. Luchamos pasando horas y horas en oficinas, salas de espera, archivos. Al final de la lucha ¿qué nos espera? ¿Una victoria? A veces. Pero ¿qué es una victoria? Según el testimonio de Max Brod, Kafka imaginaba el siguiente final para El castillo: después de todas sus preocupaciones, K muere de agotamiento; yace en su lecho de muerte cuando (cito a Brod) «llega la decisión del castillo según la cual no tiene realmente derecho de ciudadanía en la aldea, pero que aun así se le autoriza a vivir y trabajar allí en atención a ciertas circunstancias accesorias».
Texto académico sin interés económico.

